Tenía siete año, cuando oí que mis padre se iban a divorcia. Para mí fue muy dura. Cada quince días, los fines de semana me tenía que ir con mi padre.
Me acuerdo como si fues el primer día de las comidas que mee hacía. Siempre macarrones con tomate orlando, ni siquiera sabía cómo se preparaba el tomate natural. Y cuando le daba por experimentar, era un verdadero fracaso. Todavía recuerdo aquel púre de espinacas, parecía cemento como el de las obras, solo que de otro color.
Como me lo cocinaba con muchísima ilusión, me daba pena decirle que no me gustaba. Hasta que un día él mismo dijo:
- Patricia., nos vamos a comer por ahí, nuestro estomago no puede seguir aguantando esto.
Pasaron los años, yo fui creciendo, mi padre y yo ya estábamos un poquito cansados de comer fuera. Así que mi padre decidióvolver a intentarl, se puso a cocinar cosas mas sencillas, como una tortilla, unos macarrones un poco mas elavorados, etc.
Me vinieron a la cabeza todos sus platos ; la verdad, ténía bastante pánico. No tenía muy claro si animaele o desanimarle.
Un sábado a la noche, súbia por el ascensor, pensando en qué habría preparado para cenar. L averdad es que tenía bastante miedo. Toqué el timbre, entré en la cocina , y cuando vi encima de la mesa una tortilla de dos pisos y redondita, con una pinta deliciosa, se me iluminaron los ojos y me abalance hacia mi padre para darle un achuchón.
La probé: era una tortilla super jugosa rellena con queso y atún.Y lo primero que le dije fue
-papa, la verdad es que te ha salido una tortilla muchísimo mas rica que la de mama. Mi padre se puso muy contento.
Llegué a casa y le dije a mi madre:
- papa me ha hecho una tortilla deliciosa.
.ah¿si cariño? Pero ¿no sera mejor que la mía verdad? - me pregunto mi madre.
-Tus tortillas son "unicas", mama. -Respondí tras un silencio rotundo.
Pasaron uno días y mi madre hizo una tortilla, estaba asquerosa.
- Mama, no me gustan tus tortillas. - le dije.
- Hasta que no termines no te vas a mover del sitio.
No podia mas... Cuando se fué a tender la ropa, tiraba los trozos de tortilla por la ventan sin que se entrara.
Hubo una temporada en que mi madre le dio por hacer casi siempre tortillas. No sé si lo hacia para fastidiar. Cómo narices esta mujer puede comer esto pensaba yo. Hasta que un dia le dije:
- Mama, come esta tortilla tranquila y responde con sinceridad.
Comió un trozo de tortilla, la saboreó bien y me dijo:
- Hija, tienes razón, lo mío no es hacer tortillas.
Y ya no volvió ha hacer tortillas, ahora solo como tortillas cada quince dias, cuando voy a cenar a casa de mi padre.
Cuando voy a su casa, me voy imaginando la tortilla y así el viaje se me hace más corto. La pena es que últimamente se está olvidando de echarle sal, pero esto no supone ningún problema, ya que gracias a todos sus ingredientes ni se nota.
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